Saturday, February 8, 2020

Verbos 'elegantes': resultar

En español hay unos cuantos verbos 'plebeyos' que uno nunca debe usar si quiere aparentar un nivel intelectual que generalmente no tiene. En esos casos, es obligado evitar sistemáticamente los verbos haber, tener, hacer o usar y sustituirlos por los mucho más 'elegantes' existir, disponer de (o contar con), llevar a cabo (o realizar) y utilizar.  Un caso un tanto peculiar es el verbo resultar, que se usa a menudo en sustitución del verbo ser aunque, como vamos a ver ahora, con connotaciones más complejas. El DRAE atribuye al verbo resultar varios significados, que merece la pena examinar. Veamos.

1. intr. Dicho de una cosa: redundar (venir a parar en beneficio o daño).

Ni 'redundar' ni 'venir a parar' son dos definiciones muy acertadas, se mire como se mire. Para empezar, no son definiciones, sino sinónimos, y los dos plantean problemas.

Con respecto a 'redundar', hay un problema de coherencia. Si la instalación de un ascensor redunda en beneficio de los vecinos, ¿tenemos que entender por eso que el ascensor es 'redundante'? Tal vez sería preferible dejar que redunden sólo las cosas repetitivas y decir simplemente que la instalación del ascensor 'beneficia' a los vecinos.

Con respecto a 'venir a parar', no me tomen el pelo, por favor. Por más vueltas que le demos, la instalación de un ascensor ni viene, ni para. Uno espera de un buen diccionario que le explique las expresiones coloquiales, no que se las ponga como definición de otras.

Sea como sea, la fatiga que se ahorrarán esos vecinos subiendo escaleras no será el 'resultado' de la instalación del ascensor, sino una consecuencia. Que no es lo mismo. El número 4 es el resultado, no una consecuencia, de sumar 2 y 2. No es algo que tal vez suceda después de que hagamos una suma. La suma es una operación, y las operaciones tienen, por definición, un resultado.

2. intr. Dicho de una cosa: Nacer, originarse o venir de otra.

Tomamos nota, aunque con decir 'provenir' quizá habría sido suficiente. De cualquier modo, sean cuales sean las palabras que usemos, en esa definición todavía falta algo. La mostaza tiene su origen en Dijon, pero no por eso 'resulta' de Dijon. Lo que sí podríamos decir es que la mostaza fue el 'resultado' de un experimento que un día se le ocurrió hacer a alguien en Dijon.

Este ejemplo nos permite entender mejor la confusión mental de la RAE: los sucesos tienen consecuencias, mientras que los procesos tienen resultados. La aparición del número 4 en mi pantalla es una consecuencia de que yo haya apretado los botones 2 + 2 en mi calculadora, pero el número 4 es el resultado de sumar 2 y 2.

3. intr. Dicho de una cosa: Aparecer, manifestarse o comprobarse. [Ejemplos:] “Su figura, aunque desgarbada, resulta noble”. “La casa resulta pequeña”.

Esos tres verbos que nos proponen como definición son suficientemente vagos para no explicar nada. Mientras no añadamos una larga lista de puntualizaciones, ninguno de ellos será sinónimo de 'resultar'. Tratemos pues de sacar alguna conclusión a partir de los dos ejemplos.

En los dos casos da la impresión de que el hablante quiere dar a la frase un carácter personal. Evidentemente, la persona del primer ejemplo no es un verdadero aristócrata, sino alguien que inspira la sensación de nobleza a quien nos habla de él. Si dijéramos simplemente que "su figura es noble", estaríamos haciendo una afirmación objetiva y, por lo tanto, independiente del contexto.

Del mismo modo, aunque una casa sea más grande que el promedio, puede resultar pequeña para las necesidades (o las pretensiones) del que habla. En estos dos ejemplos encontramos, pues, agazapado, un ego que busca protagonismo. La lingüística y la antropología no están tan distantes entre sí como se piensa.

4. intr. Llegar a ser.

Esta definición es bastante oscura. "Rigoberto llegó a ser bombero" no es lo mismo que "Rigoberto resultó bombero", ni siquiera como resultado de unas oposiciones. Y su sobrina Luisita, que tenía tres años, llegó a ser mayor con el paso del tiempo, pero nadie diría por ello que Luisita 'resultó' mayor. La RAE necesita perentoriamente aclarar esta definición.

5. intr. Tener resultado. [Ejemplo:] “Los esfuerzos resultaron vanos”.

Esta acepción está muy mal definida. Aquí, la expresión 'A resulta B' es en realidad una transposición de la expresión “resulta que A es B”. Así, el ejemplo que nos propone el DRAE lo traduciríamos como “resultó que los esfuerzos fueron en vano”. El significado de ese 'resultó que' equivale más o menos a “como supongo que no lo sabes, te diré que ...” Un buen recurso para aportar datos, pero también, en más de un caso, para dar lecciones no solicitadas. 

6. intr. Resaltar o resurtir.

Esta definición me sume en la más honda de las confusiones. Confieso que no conocía la existencia del verbo resurtir (DRAE: "Dicho de un cuerpo: Retroceder de resultas de un choque con otro"). No encuentro ninguna relación entre resultar, resaltar y resurtir. Que don Miguel de Cervantes me ilumine, por favor. 

7. intr. Producir agrado o satisfacción.

Esta última acepción requeriría alguna aclaración y algún que otro ejemplo. ¿Alguien espera oír alguna vez la frase “La guerra de las galaxias resultó a millones de espectadores"?

Yo, no.

Creative Commons License
This work is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 3.0 Unported License.

Wednesday, January 1, 2020

Tabúes morfológicos

He encontrado entre mis notas esta enumeración de lagunas léxicas, que en realidad son lagunas morfológicas. En términos llanos: hay palabras que nadie se atreve a usar porque "suenan mal", e instintivamente las sustituyen por otras. Es un círculo vicioso. Suenan mal porque nadie las usa, y nadie las usa porque suenan mal. Y, sin embargo, su construcción es perfectamente lógica. Lo peor de todo es que las palabras que usamos como sucedáneo sólo son sinónimos en el contexto de lo que estamos diciendo. Si ampliamos lo suficiente el contexto, la sinonimia se rompe. Algunos ejemplos:

Si Pedro es decente, podemos alabar su decencia, pero si padece no nos atreveremos a lamentar su padecencia. Generalmente preferiremos hablar de 'sufrimiento'. Cuando pensamos que un asunto nos incumbe, decimos que es de nuestra incumbencia, pero si pensamos que nos concierne no diremos que es de nuestra concerniencia. Existe también el sinónimo atañer, pero rara vez alguien se atreverá a decir 'atañencia'. Que yo sepa, Unamuno usó por lo menos una vez el adjetivo 'atañente'.

El que tiene cierta cosa sólo está autorizado a ser tenedor en un contexto financiero o de seguros, pero en lenguaje corriente evitamos usar esa palabra y preferimos decir 'poseedor'. El que mata es matador (aunque sólo de toros; en los demás casos, es asesino). El que mete, en cambio, no es metedor, sino introductor. Cometer y perpetrar son posiblemente sinónimos pero, mientras el que perpetra es perpetrador, el que comete no es cometedor, sino perpetrador también.

La acción y el hábito de fumar no tienen sustantivo. Según el DRAE, una fumada no es un acto de fumar, sino una "porción de humo que se toma de una vez fumando un cigarro" (¡también la RAE confunde cigarro con cigarrillo!). Podemos paliar la carencia de ese sustantivo con la palabra 'tabaquismo', pero sólo cuando el contexto lo permita, ya que el tabaquismo es, estrictamente hablando, una adicción, y el término hace referencia al tabaco, no a la inhalación de su humo. El hablante sin prejuicios puristas, sin embargo, necesita la palabra y no se amilana. En un restaurante de Costa Rica leí una vez "No se permite el fumado".

De 'heder' se deriva 'hedor', pero en lugar de decir hediente preferimos decir maloliente.El que ama a Filomena es su amante. Pero el que quiere a Filomena no es su queriente, sino... también su amante. Merece la pena comentar, de paso, que el español es la única lengua que conozco en que el verbo amar es sustituido casi siempre por querer. Que no es ni precisamente lo mismo. Materia para psicoanalistas.

Y, para terminar, hay un problema de coexistencia entre competir y competer. Los dos comparten el sustantivo 'competencia', lo cual a veces puede ser causa de confusión. Es cierto que interferir genera interferencia, pero el sustantivo de maldecir es maledicencia, y el de convenir, conveniencia (contradiciéndose con el sustantivo de avenir, que es avenencia). ¿No podríamos, pues, para evitar confusiones, adoptar la variante 'compitencia'?

Creative Commons License
This work is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 3.0 Unported License.

Sunday, July 21, 2019

Una caja de herramientas

Imaginemos que desembarcamos un día en una isla remota. Allí los contactos con el mundo exterior son escasos. Muy de tarde en tarde, algún barco se detiene en el puerto e intercambia mercancías por agua o alimentos. La tecnología, por lo tanto, va llegando a la isla sin orden ni concierto. En realidad, los isleños no creían tener necesidad de aquellas mercancías hasta que el capitán les explica su utilidad. Por lo tanto, cuando adoptan un artículo venido de fuera no lo hacen movidos por la necesidad, sino que se limitan a adquirirlos cuando reconocen que, en efecto, les vendrán bien para esta o aquella tarea.

Un buen día, la caña de pescar del jefe de la tribu se estropea. El sedal se ha quedado trabado, y ya no es posible atrapar más peces con ella. El jefe arroja la caña al suelo, y maldice al marinero que se la cambió por una barrica de licor de banana. Entonces nosotros, que en aquel momento pasábamos por allí, recogemos la caña del suelo y la examinamos. Sacamos un destornillador que casualmente llevábamos en el bolsillo, desmontamos el carrete, desenredamos el sedal, apretamos el tornillo y devolvemos la caña a su dueño, reparada. Resuelto.

Entre tanto, a nuestro alrededor se han arremolinado muchos espectadores. Nunca antes habían visto un destornillador. Les explicamos cómo se usa, y les decimos su nombre: se llama 'destornillador'.

"Alto ahí", exclama entonces el jefe. "Eso es un cuchillo"

"¿Cómo que un cuchillo?”, preguntamos, desconcertados. “Los cuchillos se usan para cortar"

"Sí, también, pero aquí para montar y desmontar los tornillos usamos un cuchillo".

Los nativos de la isla acaban de descubrir una herramienta nueva (y, por lo tanto, un concepto) pero, si la actitud reaccionaria del jefe termina imponiéndose, su vocabulario no por ello habrá aumentado. Mientras su mundo se enriquece, su capacidad para expresarlo se va quedando raquítica.

Naturalmente, siempre podemos usar una taladradora para remover el azúcar en el café, pero no por ello tendremos que llamarla 'cucharilla'. Sí, podemos encogernos de hombros y seguir usando una misma palabra para designar conceptos diferentes, pero hay otras lenguas cuyos hablantes no lo hacen, y nuestra pereza nos situará en condiciones de inferioridad frente a ellos.
Creative Commons License
This work is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 3.0 Unported License.

Enseñar, mostrar, educar

En inglés y en español, enseñar (teach) y mostrar (show) tienen un significado etimológico muy parecido: señalar, evidenciar. Con el tiempo, 'enseñar' terminó reflejando la idea de instruir, mientras que 'mostrar' se quedó con el concepto más visual, 'hacer ver', aunque en sentido literal, no figurado. Al consolidarse, esta divergencia de significados fue dando lugar a palabras derivadas: enseñanza, por un lado; muestra, por otro.

En España, sin embargo, enseñar ha acaparado también el significado de 'mostrar', hasta el punto de que "la profesora enseñaba...", o "enséñame la lengua" son frases alarmantemente ambiguas. No estaría de más volver a separar formalmente ambos significados.

Si enseñar equivale a indicar el (buen) camino, educar equivale a conducir por él. Pero topamos con una dificultad. En español, 'tener buena o mala educación' se usa en el sentido de ser cortés o descortés. Una vez más, se repite el eterno proceso: un significado contextual se anquilosa y termina invadiendo un territorio semántico que no es el suyo. Y lo peor de todo: casi siempre con connotaciones negativas o moralizantes. De hecho, 'educado' y 'maleducado' han perdido completamente la conexión con su significado original.

A pesar de eso, a nadie le parece chocante la existencia de un Ministerio de Educación. Y es que la semántica en español está ahincadamente vinculada a los contextos. ¿Será posible algún día rescatar la cortesía y la urbanidad del baúl de los recuerdos y reintegrarlas en su lugar? No tengo muchas esperanzas.

Creative Commons License
This work is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 3.0 Unported License.

Un texto de Larra sobre los neologismos

"El que la voz álbum no sea castellana es para nosotros, que ni somos ni queremos ser puristas, objeción de poquísima importancia; en ninguna parte hemos encontrado todavía el pacto que ha hecho el hombre con la divinidad ni con la naturaleza de usar de tal o cual combinación de sílabas para explicarse; desde el momento en que por mutuo acuerdo una palabra se entiende, ya es buena; desde el momento que una lengua es buena para hacerse entender en ella, cumple con su objeto, y mejor será indudablemente aquella cuya elasticidad le permita dar entrada a mayor número de palabras exóticas, porque estará segura de no carecer jamás de las voces que necesite: cuando no las tenga por sí, las traerá de fuera. En esta parte diremos de buena fe lo que ponía Iriarte irónicamente en boca de uno que estropeaba la lengua de Garcilaso:

'Que si él hablaba lengua castellana,
yo hablo la lengua que me da la gana.'"

Creative Commons License
This work is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 3.0 Unported License.

Saturday, May 4, 2019

Heusinger y la gramática española

Klaus von Heusinger y Georg A. Kaiser publicaron en 2007 un artículo sobre la marcación del objeto en español. Unas semanas antes había contactado yo con Heusinger, en relación con un seminario sobre indefinidos al que finalmente no pude acudir, y sólo un día después descubrí su artículo. Como el español es mi lengua materna, escribí unos comentarios al respecto, que le envié por correo electrónico. De esto hace ya bastantes años, y nunca recibí ni siquiera acuse de recibo.

No me sorprende en absoluto. La universidad europea está tan burocratizada que un alemán se permite escribir un largo artículo sobre la gramática de un idioma que no conoce, con unos planteamientos no sé si decir medievales o aristotélicos, y ni siquiera se digna responder a unos comentarios razonados sobre su artículo. El artículo, naturalmente, habrá recibido el visto bueno de un referee (que probablemente tampoco sabía español), y acrecentará la bibliografía del Sr. Heusinger, que ocupa un puesto remunerado en una universidad alemana.  Todo lo cual hace a Herr Heusinger, oficialmente, mucho más sabio que yo. A esto lo llaman 'ciencia'.

Creative Commons License
This work is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 3.0 Unported License.

El día después

Según mis últimas noticias, basadas en cierta encuesta, un 40% de los españoles preguntados declara no leer libros nunca. Empieza a ser evidente que, para los usos de la vida cotidiana, los iconos de la pantallita del teléfono, el mando a distancia y los botones del microondas son más que suficientes. Hasta hace apenas una generación, la alfabetización era un indicador del grado de desarrollo de un país. Hoy, un bebé gateante es capaz de descargarse una foto, encontrar un programa en el televisor o llamar a la abuela por videoconferencia antes siquiera de que asomen a sus encías los primeros dientes.

El mundo ha cambiado, y cabe preguntarse lo que terminará sucediendo con el lenguaje ahora que, un milenio después de la desintegración del latín en lenguas romances, el soporte unificador que fue el idioma escrito está en trance de desaparecer. Por supuesto, la situación no es exactamente la misma, porque hoy los dialectos los inventan empresas de software, y no están basados en las peculiaridades o en las costumbres de una región específica, sino en el principio básico de que todos somos igual de imbéciles.

Con toda esta avalancha de 'progreso' tecnológico, lo que uno está descubriendo es que el lenguaje escrito no sólo atesora información, sino capacidad para analizar, sintetizar y ser coherentes. Ya sucedió en la Edad Media, cuando, mientras el pueblo llano y la corte se conformaban con los iconos hambre, guerra, impuestos, apareamiento y misa dominical, los monjes copiaban y guardaban afanosamente en las tinieblas de los monasterios los escritos de quienes les habían precedido... con una condición: que la Santa Madre Iglesia no los considerase heréticos.

Esta otra cara de la moneda fue, durante siglos, el freno que neutralizaba todo intento de apretar el acelerador. La situación no es difícil de imaginar si uno piensa que, en muchos países pobres, llevar a los hijos a la mádrasa es todavía la única manera de que aprendan a leer y a escribir --a condición, naturalmente, de que el tema de estudio sea sólo el Corán--. Quizá por eso la competencia de los smartphones irrita tanto a los defensores de las viejas tradiciones en esos países.

Todo esto viene a cuento de unas cuantas expresiones, habladas o escritas, que empiezan a ser habituales y reflejan, probablemente, la 'deconstrucción' que está experimentando el lenguaje en los últimos tiempos. No voy a insistir en la relajación de las instituciones docentes, etc. --tema que por obvio empieza a ser aburrido--, sino en una de sus consecuencias.

Hace unas cuantas décadas (o decenios, como ustedes prefieran), cuando el holocausto nuclear pendía todavía sobre nuestras cabezas, se estrenó una película titulada “The day after”, que se apresuraron a traducir en español como "El día después". Una amiga mía, periodista y puntillosa, argumentó denodadamente en la redacción de su periódico hasta convencerlos de que la versión correcta era "Al día siguiente". Yo fui consultado al respecto, pero nunca estuve muy seguro de la respuesta. Al fin y al cabo, en inglés se usa "[on] the next day", que no significa exactamente lo mismo que "the day after".  Parece evidente que, en español, la 'mala' traducción proviene de la expresión "un día después" del mismo modo que "el amigo americano" proviene de "un amigo americano". Sin embargo, "un amigo americano" no sólo puede significar cierta persona indeterminada, sino un caso particular de la categoría 'uno / dos / tres / etc. amigos americanos'. Que no es lo mismo. El cruce de estos dos conceptos ha sido posible gracias a esa ambigüedad semántica de la palabra 'un'.

Algo parecido sucede con las expresiones del tipo "detrás mío", "al lado mío", etc. Incluso he oído alguna vez la curiosa versión "detrás mía", pronunciada por un hablante masculino. El origen de la carambola es, probablemente, la equivalencia entre "al lado de mí" y "a mi lado", que se extendió después a otras expresiones similares. Curiosamente, no a todas, a menos que alguien de ustedes haya oído alguna vez decir "después tuyo" o cosas similares. No se impacienten: todo llegará.

Tengo la sospecha, más que la teoría, de que las vacilaciones entre el 'leísmo', el 'laísmo' y el 'loísmo', que convierten el español en un laberinto inextricable desde Zaragoza hasta la Patagonia, tienen algo que ver con ese fenómeno. Como punto de partida, tenemos que suponer que, como sucede todavía en francés, el romance castellano conservó durante algún tiempo la distinción entre el acusativo y el dativo (por ejemplo, "lo envié a casa" o "la envié a casa", pero "le envié una carta"), que ambos heredaron del latín. En algún momento, sin embargo, el acusativo y el dativo se amalgamaron, pero esencialmente en España, porque en casi toda Hispanoamérica la distinción no ha desaparecido.

Algo patológico debe de suceder con las mentes de los españoles, porque también el "la" ha terminado metiendo baza en esta ceremonia de la confusión. Según la región o la clase social, todos hemos oído alguna vez expresiones tales como "la dio un regalo". Es decir, no sólo el dativo ha sustituido al acusativo, sino que el acusativo (el femenino sólo) sustituye a veces al dativo. ¿No se marean ustedes, a estas alturas? Yo, sí.

Voy, pues, con mi teoría, que está basada en expresiones como, por ejemplo, "le pegó una paliza". El verbo "pegar" es un verbo muy viajero. Inicialmente, decir que dos personas "se pegaban" era como decir que se enzarzaban. De "pegarse a golpes" se pasó presumiblemente a "pegarse golpes". De ahí a "pegar golpes a Fulanito" sólo había un paso, que terminó conduciendo a "pegarle golpes a Fulanito". No me pregunten por qué es necesario añadir el 'le' cuando hemos dejado claro que es "a Fulanito", pero tampoco me pregunten por qué es necesario "volver a repetir" cuando en realidad lo que queremos decir es, simplemente, "repetir".

El jacarandoso verbo "pegar" siguió sus andanzas, y de "pegar golpes" pasó a "pegar saltos" y cosas igualmente estrambóticas, pero estos vericuetos nos alejan ya de nuestro tema. El caso es que, según mi teoría, la expresión "pegarle una paliza" condujo a la forma abreviada "pegarle", en el sentido de "dañarlo", y esa transición terminó contaminando el resto de los verbos. Nunca he leído u oído a un latinoamericano decir "lo pegó" queriendo decir "le propinó una paliza", lo cual quiere decir que, incluso en aquellas latitudes, el dativo implícito subsiste todavía. 

Iba a hablar de más cosas hoy, pero me extendería demasiado. Dejaré para otro día, pues, la explicación de fenómenos tan curiosos (y tan complejos) como éste que leí ayer:  "imágenes panorámicas de Manhattan que te harán entrar ganas de mudarte allí". ¿A que suena como a sintaxis de iconos de smartphone? Pues por ahí deben de ir los tiros.  Por hoy, basta. Hasta otro día (después).

Creative Commons License
This work is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 3.0 Unported License.

Entre y tanto

O, para que se entienda mejor: "entre" y "tanto". Dos palabras que nos van a servir para comparar dos casos similares. Dos casos que refuerzan mi teoría de que, en español, hay una tendencia del hablante a vincular los significados al contexto, antes que expresarse en términos de significados absolutos. Veámoslo con unos ejemplos:

             La temperatura en ese lugar está entre 20º a 25º

¿Por qué decirlo así? ¿Por qué no “está entre 20º y 25º”, o “varía de 20º a 25º”? Al fin y al cabo, diferenciamos entre:

Está entre Pinto y Valdemoro
Va de Pinto a Valdemoro

Una posible explicación es que, a diferencia de lo que sucede con las temperaturas, el hablante no se representa la distancia entre Pinto y Valdemoro como una gradación de metros, de centímetros, o de pueblos intermedios. La categoría mental que el hablante probablemente tiene en mente es la categoría de tramos de temperatura, y el equivalente de esa categoría está ausente en el caso de Pinto y Valdemoro. Si así fuera, la preposición 'a', normalmente asociada a la dirección o al movimiento, serviría para indicar que nos estamos representando la temperatura de ese lugar en un tramo escalonado de temperaturas, y no en una 'tierra de nadie' situada entre 20º y 25º.

Lo que los hablantes han creado es una 'plantilla' sintáctica para hacer referencia a un concepto A situado entre B y C en un contexto específico (gradación de valores intermedios). Ahora bien, hay que recordar que, cuando nos expresamos pensando en un contexto específico, una palabra apropiada puede ser sustituida por otra 'metafórica', es decir, tomada de otro contexto. Por esa razón se usa a menudo, por ejemplo, el verbo 'avalar' en lugar de 'respaldar' en contextos alejados del contexto bancario. Cuando tenemos en mente un contexto, no necesitamos usar la palabra adecuada para expresarnos. Nos basta con una 'metafórica'. Y, por supuesto, cuando más reducido sea el contexto, mayor será el número de metáforas que podremos usar.

Es posible que la plantilla antigua y la nueva sigan coexistiendo durante un tiempo indefinido. Pero no hay que olvidar que los hablantes de español tienden fuertemente a expresarse en referencia a un contexto. Por eso, también es posible que algún día la plantilla 'entre B a C' desborde su contexto y termine sustituyendo a 'entre B y C' y 'de B a C'.

Las lenguas evolucionan, y no siempre a gusto de todos. El latín se desintegró porque, en aquellos lejanos tiempos, un labrador no tenía manera (ni ganas, probablemente) de saber cómo hablaba su cónsul en Roma, lo cual era recíproco. La invención de la imprenta frenó enormemente la deriva de las lenguas, quizá porque la literatura no era vista como una moda, sino como la acumulación de un acervo. Durante siglos, en una misma biblioteca podían coexistir una novela reciente con un tomo de Platón, y por lo menos tres generaciones (abuelos, padres e hijos) tenían que ser capaces de leer ambas obras sin mucha dificultad.

Ahora que está desapareciendo la afición a leer, lo único que podría conectar al labrador con el cónsul es la televisión. Mucho más que Internet, que por naturaleza está atomizado. Y aquí es donde está la gran diferencia con la era escrita: la televisión no tiene vocación de acumulación, sino de renovación. Permanente. Aunque sea ficticia, tienen que estar dando constantemente la impresión de novedad. A diferencia de la literatura, la televisión sólo ha podido sobrevivir apretando el acelerador.

Todo eso podría explicar también los dos ejemplos siguientes:       

Les gustó mucho el tatuaje, tanto a Pedro y a Luisa
Les gustó mucho el tatuaje, tanto a Pedro o a Luisa

Parece evidente que el inglés 'both... and...' ha tenido algo que ver en el primer caso, y 'either... or...' en el segundo. Si los hablantes de español no pensaran en términos de islotes mentales, la existencia de la plantilla “tanto como X” habría impedido que se crearan estas dos plantillas.

En cualquier caso, lo que 'entre' y 'tanto' nos muestran es que, en condiciones adecuadas, las lenguas pueden desintegrarse muy rápidamente. Hasta hace poco, lo único que las retenía era la necesidad de comunicarse con las generaciones anteriores o nutrirse de ellas, pero esa necesidad está desapareciendo. Los ancianos de la tribu, hoy, son más un estorbo que otra cosa. La rápida evolución de las tecnologías les ha arrebatado, en muy pocas generaciones, el freno y el acelerador de la Historia. Para bien o para mal, estamos haciendo tabla rasa.

Creative Commons License
This work is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 3.0 Unported License.

Una habitación tranquila

El lenguaje humano es consecuencia de una propiedad del cerebro humano, que consiste en categorizar los datos que recibe. ¿Qué hay en el cerebro humano que hace de él una máquina de categorizar? Todavía no lo sabemos, pero sí podemos afirmar que el cerebro humano está constituido de manera que organiza los datos que recibe en estructuras, y esas estructuras tienen su origen, al menos en su mayor parte, en la percepción espacial. El significado de todos los conceptos --es decir, la semántica-- puede ser descrito en términos de esas estructuras. En otras palabras: el cerebro es una máquina de construir representaciones. Veamos un ejemplo de cómo las categorías determinan completamente tanto el significado de los conceptos que manejamos como la manera en que los expresamos.

Llamo a Elsa por teléfono a su casa a las 11 de la noche, y oigo que me dice "Estoy viendo una película". No tengo muchas razones para extrañarme. Elsa es una persona hogareña y, a esas horas, una de las ocupaciones habituales de una persona es ver una película. Pero cambiemos el decorado. Supongamos que Elsa y yo estamos en el cine. La película ha comenzado. De pronto, ella se acerca a mi oído y susurra "Estoy viendo una película". Esta vez, lo más probable es que yo me sorprenda. ¿Por qué me habrá dicho eso? Es evidente que tanto ella como yo estamos viendo una película.

Como yo no dudo de la salud mental de Elsa, tengo que hacer un esfuerzo, no por dar un significado a sus palabras, que son perfectamente comprensibles, sino por averiguar qué información me quiere transmitir. Se me ocurren varias posibilidades. Puede que Elsa trabaje en los archivos de una filmoteca y esté acostumbrada a clasificar películas, pero no a verlas. En tal caso, la información que me quiere transmitir provendrá de la categoría 'clasificar' / 'ver'. O puede que Elsa sea una asidua del teatro y rara vez vaya al cine, en cuyo caso la información habría que buscarla en la categoría 'película' / 'representación teatral'. Puede incluso que mi amiga se haya resistido durante años a ir al cine y esa noche, por fin, haya consentido. Si así fuera, la información procedería de la categoría 'no ver una película' / 'ver una película'.

Cada vez que seleccionamos un concepto de una categoría de posibles conceptos estamos implementando información, o bien para guardarla en nuestra memoria o para transmitirla construyendo la frase apropiada. Todo esto que acabo de escribir es, naturalmente, una teoría. Pero hay unos cuantos problemas lingüísticos, hasta ahora intratables, que esta teoría podría resolver. Veamos.

Coger el tren

Si yo digo "Humberto cogió el tren", lo normal es que pensemos que Humberto estaba en una estación y se subió a uno de sus trenes. Al fin y al cabo, es lo más habitual. Sin embargo, es posible también que Humberto tenga una habitación llena de juguetes y haya cogido uno de ellos que resulte ser un tren. Estamos ante dos significados completamente opuestos de un mismo verbo: o bien el tren está en mi poder, o bien yo estoy en poder del tren. Esta paradoja es intrigante: cuando se inventaron los trenes, el verbo que nuestros antepasados escogieron para indicar que Humberto se iba con un tren fue el mismo que estaban usando para indicar que las cosas se iban con Humberto.

Quizá la cosa viene de más antiguo. Antes de inventarse el tren, los marinos ya sabían que si (se) ”cogían “(a) ciertos vientos llegarían a cierto destino, y los viajeros a pie o a caballo “cogían” uno u otro camino para llegar a uno u otro lugar. Podían haber usado el verbo “escoger”, pero no habría quedado muy claro si emprendían la ruta o si simplemente la seleccionaban. O podían haber optado por “acogerse “al tren o a la corriente, y quizá no lo hicieron porque ni los caminos ni las corrientes marinas ni los trenes les ofrecían protección.

Inciso: Lamento tener que usar el verbo “coger “en un sentido inhabitual para algunos hablantes pero, aunque podría parecer que “coger” y “tomar “son sinónimos, para mí no es lo mismo coger una pastilla que tomármela. O que agarrarla.

Pero volvamos al caso de Humberto. Lo que nos inclina a optar por uno u otro significado del verbo “coger” es el contexto en el que situamos mentalmente a Humberto. Si lo imaginamos en una estación, ni Humberto ni el tren serán información nueva, sino conocida, y tenderemos a buscar información, por ejemplo, en la contraposición 'coger/perder' [un tren]. En cambio, si nos representamos a Humberto como un niño que está en su habitación rodeado de juguetes, tenderemos a extraer información de la categoría 'tren/muñeco/puzzle/balón/..."

Resumiendo. En el caso de la estación, el contexto nos induce a evocar la categoría 'coger/perder', mientras que en el caso de la habitación evocamos más fácilmente la categoría 'juguetes de Humberto'. Problema resuelto.


Una habitación tranquila

Llegamos a la recepción de un hotel y le decimos al recepcionista "Quiero una habitación tranquila".
Llegamos a la recepción de un hotel y le decimos al recepcionista "Quiero una habitación. Que sea tranquila".

¿Qué diferencia hay entre estas dos peticiones?  Para entender mejor la diferencia, olvidemos por un instante la recepción del hotel y situémonos en una tienda de caramelos. Nos consta que el dependiente vende caramelos de eucaliptus, porque se los hemos comprado en otras ocasiones, de modo que nos limitamos a decir "Quiero un caramelo de eucaliptus". Supongamos, en cambio, que es la primera vez que entramos a la tienda y pedimos un caramelo. El dependiente nos responde "Los tengo de muchas clases". Pero las demás cualidades del caramelo nos dan igual. "Que sea de eucaliptus", especificamos.

La diferencia entre estos dos casos radica en las categorías que tenemos en mente al hacer la petición. Hablamos de caramelos de eucaliptus cuando presuponemos que hay también caramelos de otros sabores. Pero si la única categoría que tenemos en mente es la categoría 'sabor a eucaliptus/sabor no de eucaliptus', entonces tenderemos a usar el subjuntivo. El caso de la habitación tranquila es más confuso, porque la categoría 'tranquilo/no tranquilo' es la misma que 'tranquilo/ruidoso', pero el mecanismo mental es el mismo.

Algo parecido sucede con cierto tipo de expresiones en inglés. Si decimos que "Russians buy a lot of Western things" podemos estar pensando en alguna categoría de cosas (Western/Eastern/Southern/...) de la que 'Western' sea un caso particular, pero también podemos estar pensando en la categoría 'Western/non Western'. Normalmente no nos parece necesario especificar en cuál de esas categorías estamos pensando, pero cuando queremos hacerlo preferiremos decir, por ejemplo, "Russians love things Western". Es decir, cualquier cosa occidental, en contraposición no a las orientales o a las australes, sino a cualquier cosa concebible que no sea occidental.

Puede parecer que en ambos casos nos estamos refiriendo a las mismas cosas, pero al usar la segunda variante lo que estamos evocando son las combinaciones de cualidades que hacen que una cosa sea Western, mientras que al usar la primera variante estamos comparando implícitamente las cosas Western con las Eastern o las Southern, que pueden tener algunas cualidades en común. Puede que los calcetines occidentales sean indistinguibles de los orientales, pero los templos orientales son claramente diferentes.


Los pájaros vuelan

Un problema que trae de cabeza a más de un lingüista desde hace mucho tiempo es cierto tipo de afirmaciones generales como, por ejemplo, "los pájaros vuelan". Todos hemos pronunciado alguna vez esa frase u otra parecida, a sabiendas de que algunos pájaros (muchos, incluso) no vuelan. Por ejemplo, las gallinas, los pájaros con un ala rota o los loros de escayola. Entonces, ¿a qué nos referimos exactamente cuando decimos que los pájaros vuelan?

Una vez más, las categorías vienen en nuestro auxilio. Cuando decimos que mi jilguero duerme estamos pensando en el estado en que se encuentra mi jilguero. Implícitamente, estamos evocando una categoría de estados en los que se puede encontrar: durmiendo / comiendo / gorjeando / aleteando... Pero invirtamos las tornas. Pensemos en el verbo 'dormir' y evoquemos la categoría de todo lo que duerme: pájaros / osos / reptiles / nuestra suegra... Con esta categoría en mente, "mi jilguero duerme" significará que mi jilguero no es el protagonista de mi afirmación, sino un caso particular: uno de tantos entes que poseen la cualidad de dormir.

En conclusión: pese a lo que afirmen los lingüistas, nadie falta a la verdad cuando dice que los pájaros vuelan.   

Creative Commons License
This work is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 3.0 Unported License.

Saturday, April 13, 2019

Palabras que aborrezco: brindar

Hasta donde he podido averiguar, la palabra 'brindis' proviene del italiano 'brindisi', que a su vez la tomó de la expresión alemana "[ich] bring dir's" (te lo ofrezco). Según cierto cronista, esa era la expresión que profirieron por primera vez los “Landsknechte “de Carlos V mientras entrechocaban alegremente sus copas después de saquear Roma.

Sea o no cierta esta anécdota, el caso es que los brindis son en nuestros días una costumbre prácticamente universal. Por lo general con sendas copas en la mano, aunque en España tenemos una curiosa excepción: la tauromaquia.  La imagen del matador levantando su montera y 'brindándole' el próximo toro a la encandilada actriz americana de turno forma parte inseparable de mi infancia. No es que yo haya haya sido nunca “aficionado” -tengo el vago recuerdo de haber asistido una sola vez a una corrida, siendo muy niño, y ni siquiera de eso estoy seguro-, pero sí recuerdo haber visto unas cuantas por televisión en aquellos tiempos lejanos en que no había mucho donde escoger.

Lo más sorprendente de todo es que, siendo el español una lengua poderosamente contextual, el verbo brindar se use como sinónimo de ofrecer sin que las connotaciones festivas o taurinas lo contaminen. Por supuesto, se trata de un verbo “elegante”, como 'realizar', 'resultar', 'disponer de', 'contar con' y tantos otros a los que muchos hablantes se agarran para no parecer plebeyos (¿cómo era aquel refrán de la mona que se vestía de seda?). Aunque luego vayan al cine y no les parezcan de mal gusto los torrentes de palabrotas que colorean los diálogos de tantas películas.

Pero mi problema es que no puedo evitar imaginarme al torero montera en mano cada vez que alguien brinda cosas tan raras como apoyo, cariño, fortaleza, atención, impulso, reconocimiento, buena cara, adioses, charlas, posibilidades, enseñanzas, respuestas, y hasta (Google dixit) 'lo que el viento le brindó'. Vamos a ver: ¿qué es lo que se quiere celebrar? O, peor todavía: ¿qué toro matamos? ¿Por qué no limitarse a dar, prodigar, ofrecer o deparar, que no tienen regusto a champagne ni a sangre de morlaco?  Pues no lo sé.

El gusto de los españoles por comportarse como acémilas y su obsesión por no parecerlo son de manual de psiquiatría. Como lo es, probablemente, el ancestral rito colectivo de burlar, banderillear, rejonear, humillar y terminar matando al “cornudo”. Así que, como me temo que la cosa no tiene arreglo, acomodémonos en el tendido de sombra, trabemos conversación con la hermosa actriz de Hollywood evitando mirar al coso y, como los mercenarios teutónicos del Emperador... brindemos.

Creative Commons License
This work is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 3.0 Unported License.

Monday, September 3, 2018

Algunas pronunciaciones

¿Cómo fiarse de los periodistas españoles, cuando ni siquiera se molestan en verificar la pronunciación de las palabras extranjeras que usan? Veamos algunos ejemplos.

- Recuerdo mi desesperación durante la última guerra de Iraq cuando la inmensa mayoría de los 'informadores' de radio y televisión se empeñaban en llamar 'Bagdak' a la capital de Iraq. A nadie parecía importarle, y menos que a nadie a los jefes de redacción, a los directores de los informativos o al director de la emisora. ¿Todos ellos eran también disléxicos? Creo que el calificativo es otro: incompetentes.

- El actual presidente de Siria se llama Bashar al Assad, que se pronuncia 'bashár al ássad'. Me ha llevado escasos segundos verificarlo en mi buscador, simplemente escribiendo "al assad pronunciation". Es más: no sólo he encontrado la pronunciación del nombre del presidente, sino de varias docenas de nombres y apellidos sirios.

- En los medios españoles, el acento está también casi siempre mal pronunciado en 'Al Qaeda'. Después de varias semanas de fluctuar entre distintas pronunciaciones sin molestarse en averiguar la correcta, los 'informadores' se decidieron finalmente por la más incorrecta: 'al caéda'. Naturalmente, nadie espera que algún locutor pronuncie correctamente esa 'q', que tiene un sonido mucho más gutural que la nuestra, ni la contracción de la glotis que separa la 'a' y la 'e'. Pero al menos podrían haberse ahorrado varios segundos de tertulias estériles y haber averiguado que en realidad se pronuncia 'al cáeda'.

- La reciente huida del nazi provinciano Carlos Puigdemont a Bélgica ha puesto de moda la localidad de Waterloo. Que, como todo el mundo sabe o debería saber, no está en Gran Bretaña ni en USA (aunque hay un Waterloo en los Estados Unidos), y por lo tanto no se pronuncia en inglés, sino en valón. A saber: 'váterlo'. Igual que en los casos anteriores, sólo me ha llevado segundos comprobarlo. Es más: ni siquiera los corresponsales en Waterloo parecen conocer el nombre de la ciudad en la que se encuentran. ¿Qué clase de profesionales son esos sujetos?

- En alemán, 'Land' significa en términos generales 'tierra' o 'territorio'. En particular, es la palabra con que los alemanes designan a cada Estado de la República Federal Alemana. Pues bien, en alemán el plural de 'Land' (pronunciado 'lant') es 'Länder' (pronunciado 'lender', o 'lenda'). Pese a todo, una gran mayoría de presuntos periodistas se empeñan en hablar de 'un Lander' para referirse a un solo Estado. ¿No les ha intrigado comprobar que unas veces leen 'Land' y otras veces 'Länder'? Pues parece que no. Si ni siquiera les importa esa diferencia, ¿cómo creerles en todo lo demás?

- ¿Saudí o saudita? Por lo general, reina la confusión entre esas dos terminaciones: ¿israelí o israelita?, ¿suní o sunita? La terminación -í proviene del árabe, y significa 'oriundo de'. Basten dos ejemplos: 'ceutí' (oriundo de Ceuta) y 'baladí' (en árabe, 'balad' significa 'campo'). En cambio, la terminación -ita denota pertenencia a una secta o ideología, como en 'ebionita' o 'monofisita'. Actualmente se tiende más a la terminación -ista, como en 'calvinista'. Pero, a falta de saudistas o israelistas, 'saudita' debería ser quien pertenece a la dinastía religiosa de Saúd, y por extensión el país gobernado por esa dinastía, mientras que 'saudí' sería el originario de Arabia Saudita. Igualmente, 'israelita' tendría que ser sinónimo de 'hebreo', mientras que un 'israelí' sería un ciudadano de Israel.

Creative Commons License
This work is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 3.0 Unported License.

Sunday, August 19, 2018

Elegir

Que yo sepa, 'elegir' significa que mucha gente vota para que una persona ocupe (o no) un cargo representativo. Una sola persona no puede 'elegir' un pantalón en una tienda de ropa. Puede seleccionarlo, o escogerlo. Esta confusión, que naturalmente podemos ignorar si recurrimos al socorrido contexto, parece sorprendente en un país que hace ya dos generaciones que vive en democracia.

Lo malo es que la causa más probable de esta confusión, que podríamos alegar como atenuante, revela otra deficiencia flagrante del español: los prejuicios -o la desidia- frente a las reglas de la morfología. En efecto, resulta que 'escoger' es un verbo sin sustantivo y, como sucede demasiado a menudo en español, en lugar de aplicar las reglas de la morfología el hablante prefiere emprender una excursión por los cerros de Ubeda y echar mano de un sinónimo.

Entonces, si uno quisiera expresarse correctamente, ¿qué debería decir, por ejemplo, en lugar de "no tengo elección"? En Colombia se usa, a nivel popular, la palabra "escogencia", pero en España y otros países está mal vista. ¿Y la acción de escoger? Pues se asombrará usted, pero 'encogimiento' está bien vista, mientras que 'escogimiento' no lo está.  

Creative Commons License
This work is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 3.0 Unported License.

Discutir

La confusión entre 'discutir' y 'disputar' es tan significativa como la que hay entre 'escuchar' y 'oír'. En el DRAE figura todavía 'discutir' con el significado principal de 'analizar', pero en el uso corriente esa palabra es sinónimo de 'llevarse la contraria'. No hace falta ser un lince para darse cuenta de que cuando se discute en español, efectivamente, todas las posiciones están férreamente determinadas de antemano y nadie está jamás dispuesto a dar su brazo a torcer.

Faltaría más.

Creative Commons License
This work is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 3.0 Unported License.

Investigar

En el siglo XVI, maese Diego de Ortiz, maestro toledano de la viola de gamba, escribió unos bellísimos ejercicios para ese instrumento que él llamó "Recercadas del Tratado de glosas". En aquellos tiempos "recercar" era sinónimo de buscar, explorar. Hacía falta quizá una sociedad acomodaticia y retrógrada para olvidar por falta de uso el significado de esa palabra de origen latino, que sin embargo han seguido usando hasta el día de hoy los hablantes de italiano (ricercare), inglés (research), francés (recherche) e incluso rumano (cercetare).

Irónicamente, la palabra figura hoy en el DRAE sólo con el significado de 'instalar una cerca'. Lo que habría debido ser inquietud, afán de exploración o sed de conocimiento evoca, por el contrario, un concepto defensivo. ¿Frente a la irrupción del pensamiento científico?, cabe preguntarse.

Cuando -presumiblemente siglos después de Diego de Ortiz- alguien necesitó por fin usar su cerebro con fines científicos, en lugar de sentar cátedra o de poner verde al prójimo, no quiso o no supo rescatar la antigua 'recerca'. Al fin y al cabo, ya se sabe que lo importante es el contexto, y en el contexto apropiado con 'investigar' bastaba y sobraba. Así, en un contexto policial un policía 'investigaria' un caso, mientras que en un contexto científico un biólogo 'investigaría' el comportamiento de una célula. En un mundo estático en el que nadie osa jamás romper la rutina, la idea de que a un científico se le ocurra investigar un delito, o a un policía investigar una reacción química, es descabellada. Y la lengua lo refleja.

Creative Commons License
This work is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 3.0 Unported License.

Sunday, August 12, 2018

Motivo, razón, causa

Un motivo es un impulso que nos mueve a obrar de determinada manera. Es, por tanto, enteramente subjetivo, y se inscribe en mayor o menor medida en la esfera de las emociones ("tiene motivos para enfadarse"). Una razón, en cambio, se sustenta siempre en una argumentación objetiva ("tiene razones para recetar ese medicamento"). Y una causa es una circunstancia independiente de quiénes la protagonicen ("ésas fueron las causas del incendio").

A veces, una razón aparente puede encubrir un motivo, que sería por consiguiente la verdadera causa, por lo que se trata de tres significados distintos que sería necesario diferenciar. Ejemplos:

Se convirtió al catolicismo porque deseaba pertenecer a esa iglesia (motivo)
Se convirtió al catolicismo para no llamar la atención (razón)
Se convirtió al catolicismo porque lo obligaron (causa)

Creative Commons License
This work is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 3.0 Unported License.

Hipótesis

Estrictamente hablando, una hipótesis es una idea que tal vez permitiría explicar determinado fenómeno. Una hipótesis está siempre en el aire mientras no sea confirmada, en tanto que un supuesto es algo de lo que uno no está seguro, pero que considera válido. Cuando uno invoca una idea basándose únicamente en intuiciones, indicios o sospechas, habría que hablar más bien de conjeturas o especulaciones.

Tratemos de encontrar un ejemplo. 'El sol gira alrededor de la tierra' es una hipótesis que los científicos han demostrado falsa. Pero uno puede tener razones para creer que es cierta, en cuyo caso se trataría de un supuesto. En cambio, si uno simplemente tiene la corazonada de que el sol gira alrededor de la tierra, entonces su afirmación no pasará de ser una conjetura.

Como nota curiosa, se ha generalizado el uso del verbo 'barajar' en el sentido de 'contemplar cierto número de hipótesis'. Como metáfora no parece muy brillante, ya que, hablando de naipes, la finalidad de barajar es introducir el azar, concepto bastante alejado del terreno de las hipótesis. Pero lo que ya no tiene ni pies ni cabeza es barajar una hipótesis. Me recuerda a la anécdota aquella del policía antidisturbios que durante una manifestación ilegal, allá por los años 70, abordó amenazadoramente a un compañero de mi clase y le dijo: "¡Disuélvase!"

Creative Commons License
This work is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 3.0 Unported License.

Lógico

La lógica es un conjunto de reglas rigurosamente definidas que permiten formalizar una argumentación. En la vida cotidiana, la lógica tiene también cabida a veces, por ejemplo cuando decimos:

Es lógico que Juan no diga nada: es mudo

Sin embargo, a menudo el adjetivo 'lógico' se usa como sinónimo de 'natural', 'comprensible', 'previsible' o 'evidente', por ejemplo en:

Es lógico que Juan esté preocupado

Implícitamente, lo que queremos decir aquí es que, dada la situación de Juan, cualquier persona en su lugar estaría preocupada, y Juan es nada más que un caso particular de una afirmación general.

Sin embargo, algunos hablantes que quieren parecer más cultos de lo que son han adoptado el adverbio 'lógicamente' como una coletilla que les vale casi para todo. Para ellos, viene a significar algo así como "claro, ..." o "desde luego, ...". Por ejemplo:

Lógicamente, me gusta esa canción
Lógicamente, puedes venir a casa cuando quieras

Creative Commons License
This work is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 3.0 Unported License.

Contundente

Una palabra que se usa mucho desde hace algún tiempo es 'contundencia'. Oímos hablar de afirmaciones, razones, pruebas o argumentos 'contundentes', sospechando que lo que el hablante quiere decir es categóricos, rotundos, taxativos, concluyentes o terminantes. Si los políticos y periodistas que han puesto de moda la contundencia tuvieran hacia la morfología un respeto que nunca han tenido, tendrían presente que contundente es aquello que produce contusión, y tratarían de encontrar un adjetivo menos metafórico.

(Alternativamente, reconocerían su oceánica ignorancia, se comprarían su primer libro y adoptarían la exótica costumbre de leer).

Pero el problema no es sólo el ocaso de la cultura escrita. El problema es la incoherencia intrínseca de un lenguaje cuya semántica es contextual. Hay una relación inversa entre la amplitud del contexto y el valor metafórico de las palabras. Cuanto más reducido es el contexto (es decir, la tribu de hablantes), más ambivalentes son las palabras que usamos. Sólo así podemos entender la existencia de expresiones como 'buen rollo' o 'buena onda', que para un mafioso significan exactamente lo contrario que para su víctima.

La morfología en español no importa mucho. Es sólo un pretexto. Lo contrario de insignificante no es significante, sino 'significativo'. Lo contrario de indeleble no es deleble, sino borrable. Inmutarse es lo mismo que alterarse, pero inmutable es lo contrario de alterable. Y así sucesivamente. La morfología no refleja la estructura de los conceptos cuando los grupos cerrados de hablantes tienden a adoptar la estructura de conceptos del contexto que comparten, y cuando históricamente no han sentido necesidad de comunicarse con otros hablantes externos a la tribu. Si tu vida social y la de tus antepasados se ha desarrollado siempre en torno al polo norte, ¿qué necesidad hay de usar dos palabras para referirse al polo norte, dejando abierta la posibilidad de hablar del polo sur? ¿No bastaría con llamarlo 'el polo'?

Las implicaciones de esta realidad van mucho más allá del simple lenguaje y explican, por ejemplo, la dificultad de implantar un sistema democrático único en las sociedades multitribales, y la curiosa circunstancia de que el laberinto aparente de la política española sólo es posible entenderlo en términos de tribus.

Pero volvamos a la contundencia. Unos párrafos más atrás he mencionado varios sinónimos del adjetivo 'contundente': categórico, rotundo, taxativo, concluyente, terminante. De estos cinco adjetivos, sólo uno tiene un sustantivo conocido: rotundidad. Por desgracia, para conocer este sustantivo hay que haber leído por lo menos diez o quince libros en la vida, hazaña que está fuera del alcance de la mayoría de los periodistas y escritores hispanohablantes actuales. Por lo demás, nadie ha oído nunca hablar de categoricidad, taxatividad, concluyencia o terminancia, y no digamos ya de tajancia, convincencia, aplastancia o decisividad.

Nunca lo sabremos, pero es posible que si el sustantivo 'concluyencia' estuviera en uso nadie habría tenido necesidad de recurrir a la contundencia. Por cierto, con la definición de 'contundente' la RAE vuelve a patinar -por enésima vez- en su lamentable diccionario. Señores académicos, ¿podrían ustedes aportar algún ejemplo de que lo contundente "produce una gran impresión en el ánimo, convenciéndolo"? Sería una gran noticia. Entre tanto, me limitaré a transmitirles mi deseo “contundente” de que disuelvan cuanto antes esa antediluviana institución.

¿Institución? Perdón. Quería decir 'tribu'.

Creative Commons License
This work is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 3.0 Unported License.

Thursday, July 12, 2018

Hubiera / habría

No sabria decir desde cuándo están sustituyendo los hablantes, al menos en España, las formas verbales del tipo "habría hecho X" por "hubiera hecho X", quizá por influencia de expresiones tales como "¡quién hubiera podido!" Esta sustitución elimina la diferencia entre el subjuntivo y el condicional, pero sólo en las formas compuestas. Actualmente, parecen aceptable decir, por ejemplo, "Si hubiera tenido hambre, hubiera comido", pero no "Tengo tanta hambre que me comiera un bocadillo de jamón". En fin, el habitual galimatías del español coloquial.

Ejemplos:  ¿Qué viaje te hubiera gustado hacer? (¿Qué viaje te habría gustado hacer?) Lo hubiera hecho de todos modos (Lo habría hecho de todos modos)

Leyendo algunos comentarios en Internet averiguo que la RAE, que últimamente juega a hacer un diccionario de uso, no de autoridad, admite el subjuntivo en lugar del condicional. Pero una cosa es el uso y otra la coherencia del idioma.

Consideremos la frase "Si hubiera tenido hambre, hubiera comido", y sustituyamos las formas compuestas por las simples: En “Si tuviera hambre, comiera”, no parece que las formas verbales estén bien escogidas. En concreto, la forma “comiera” parece estar pidiendo a gritos un condicional: “Si comiera...” De modo que, por coherencia, habría que defender la construcción subjuntivo-condicional como la forma canónica. Una cosa es recoger un uso, y otra muy distinta es defender la coherencia. La RAE no se aclara. Ha metido mil veces la pata censurando neologismos que no tenían equivalente, y ahora se pasa al otro extremo y mete la pata “aceptando” un uso a todas luces incoherente.

Curiosamente, en las provincias vascas y norte de Castilla sucede el fenómeno contrario: se usa sistemáticamente la forma 'habría' en lugar de 'hubiera'.

Ejemplo:  Si tendría patatas cocinaría una tortilla

Una dificultad más para los desaprensivos que se embarcan en el aprendizaje de la laberíntica lengua española.

Creative Commons License
This work is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 3.0 Unported License.

Wednesday, July 11, 2018

¿Prueba o evidencia?

Quizá por influencia de la expresión 'poner en evidencia', en el sentido de desenmascarar o abochornar, la palabra 'evidencia' es contemplada con cierto recelo por los hablantes, que generalmente prefieren decir 'prueba'. Sin embargo, hay una diferencia cualitativa entre ambos conceptos. 'Evidente' es lo que hemos comprobado. Si hemos comprobado que la aspirina calma el dolor, entonces diremos que tenemos 'evidencia' de las propiedades calmantes de la aspirina. Cuando esas propiedades no son evidentes es precisamente cuando tendemos que 'probar' su existencia.

'Probar' es, además, un concepto en el que se cruzan significados muy diferentes. Uno de ellos es 'catar' o 'degustar', y otro es el adjetivo 'probable', que no tiene ninguna relación con ninguno de los otros dos. A veces, para salir del paso, tenemos que recurrir al verbo 'demostrar', que a su vez es ambiguo. En efecto, no es lo mismo demostrar -es decir, evidenciar- sensatez que demostrar el teorema de Pitágoras. Apoyándonos en las muletas del contexto, solemos hacernos comprender, pero si queremos expresarnos en una lengua menos contextualizada, ¿qué palabra escogeremos en una situación dada? ¿Prueba, evidencia, demostración, comprobación? Si no tenemos en mente el significado absoluto de lo que queremos decir, tenemos bastantes probabilidades de no acertar. Y cada vez que cambiemos de contexto, nos preguntaremos por qué nuestro interlocutor no ha cambiado de palabra.

Descontextualizar nuestro sistema de conceptos es un proceso lento y dificultoso. Por eso no son de extrañar las dificultades con que nos encontramos cuando nos proponemos hablar inglés. Quizá esto explique el gran porcentaje de españoles que se proponen aprender inglés para, poco tiempo después, tirar la toalla.

Creative Commons License
This work is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike 3.0 Unported License.